Y aún sentía sus sonrojadas mejillas acariciando las mías. Sus dedos apartándome aquel rebelde mechón que se posaba sobre mi frente, su aliento, e incluso los latidos de su corazón. Lo tenía todo almacenado en el recoveco más íntimo de mi memoria, porque sólo me quedaba eso; eso y y unas pobres fotos tristes y vacías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario