Y es que es muy fácil engañarse. Más fácil por ti misma que por personas externas a ti. En ocasiones la mentira viene dada por dos factores: tú y una tercera persona. Y duele, duele de verdad. El daño puede haber sido causado por una palabra escupida en tono sarcástico y despectivo. Por otra parte el emisor no sólo puede ser un extraño si no un "buen amigo", en el segundo caso el daño no hace más que multiplicarse y multiplicarse y multiplicarse... Resuena en tu cabeza taladrando la poca autoestima que habías conseguido alcanzar con mucho esfuerzo. Se resquebraja con una facilidad insólita y los escombros caen al vacío inertes y completamente inútiles ya. Y te gritas a ti misma. Con mucha fuerza y un odio renovado. ¡Estúpida! ¿Creías de verdad que cambiando tu lugar de residencia ibas a dejar el pasado atrás? ¿Qué ibas a empezar de cero? ¿Qué alguien te iba a querer tal y como eres? Ilusa. El pasado siempre vuelve. SIEMPRE. ¿Y ahora qué? ¿También nos vamos de aquí? Y es entonces cuando te das cuenta de que en realidad tú eres también la tercera persona; y de que eres y has sido siempre... una cobarde toda tu vida.
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