Siguiendo los pasos al jardín del edén.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Immer gibt es einen Ausgang.

Alguien dijo una vez que la vida no es más que un triste ensayo de una obra que jamás se estrenará. Hoy comprendo la agonía de ese pobre escritor. Cuando te sientes completa e irrevocablemente sola, cuando esa soledad te oprime el pecho y desborda de lágrimas tus ojos, te vuelves consciente de la triste realidad; de la efímera brevedad de la que está dotada tu pobre existencia.
Estás encerrada en una burbuja. Reinan el silencio y la oscuridad, salvo quizás un par de ocasiones en las que escuchas retahílas lejanas; voces que dicen que todo saldrá bien. Tú las oyes pero no las escuchas y jamás sabrás si decían la verdad.
Rodeada de luces extrañas, de voces anónimas, de colores sonoros suspendidos en el aire, oyen los ojos y miran los oídos. Y entonces, en ese momento, en el cénit azul, una caricia rosa. La caricia de la esperanza.



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