Siguiendo los pasos al jardín del edén.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Los finales felices... son historias sin acabar.

Le había hecho daño y no lo soportaba. Durante mucho, muchísimo tiempo él había sido una parte muy importante de su vida. No sabía si durante cinco, seis o siete años, el tiempo había dejado atrás su numeración y para ella sólo se medía en mucho o poco.


Y ahora estaban llorando. Ella con el rímel corrido y la cara vuelta hacia la oscuridad de la calle, y él a doscientos kilómetros en el balcón de una urbanización más de la capital. 


No era la primera vez que discutían, pero sí era la primera vez que discutían por algo así.


- ¿Pero si no estamos a nada, no podemos estar con otras personas? - preguntaba ella.
- Cómo lo hagas, olvídate de mí. Me has estado utilizando - respondía él.


No entendían cómo había ocurrido, pero habían dejado de entenderse y ahora, eran dos completos desconocidos. 


Demasiados sentimientos encontrados para tan poco rato. Ella había quedado. El reloj marcaba las 00:30.


- Tengo que irme. Me están esperando...
- Pues ala vete de fiesta, eso siempre se te ha dado bien.


Él colgó. De forma dura y cruel la dejó allí, tirada en el suelo, con el móvil pegado al oído y los ojos cerrados con fuerza para conseguir estabilizar su repsiración.


¿Y... aquí acaba todo? ¿Tantos "Te quiero" lanzados al aire? Cada caricia, cada beso, cada ruptura y vuelta a empezar... Todo se limita a un móvil que ya no da línea y el repiqueteo de la lluvia contra las ventanas.