Siguiendo los pasos al jardín del edén.

sábado, 14 de junio de 2014

A la caída del sol, entre la arena y el agua.

Podía sentir la melancolía del viento que soplaba en mi cara. En mi cabeza seguían atormentándome sus envidiosas palabras y sus hipócritas lágrimas pero aún así me acerqué a la playa. Cuando llegué me senté sobre su toalla y le observé desde la lejanía; tenía la sensación de hasta poder percibir como cuando las olas le azotaban el cuerpo la sal se adhería a su torso y penetraba en cada uno de sus poros. Y esta vez, cuando salió del agua y se acercó sentí el calor de su mirada, el perfume embriagador de sus palabras, lo salado de sus caricias, el sonido de su belleza, lo brillante de su abrazo y la sutileza de sus labios.





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