Siguiendo los pasos al jardín del edén.

martes, 17 de mayo de 2016

Sábado con sabor a Domingo.

Sábado de: "¿dónde te metiste todo este año?" y "por favor, no te alejes demasiado."

Y es que todos mis relojes se pararon cuando "tú" entró en escena. 
Y es que la ecuación perfecta que suponen tus manos era la pregunta que no sabía formular mi nuca.

Creí conocer el azul porque había visto el mar. Creí conocer el azul porque en un tiempo ya muy pasado mis anclas amarraron en un color parecido aunque terminase a la deriva, pero qué va. Supe lo que era el azul cuando tus iris llegaron para encharcar mi vida.



Y ya no sentí miedo del precipicio que conforma la rutina. Ya no sentí la necesidad de perderme en un laberinto de falsas sonrisas. Porque he comprendido que un "para siempre" puede durar tan sólo un segundo y mi único propósito ahora es que contigo todos esos segundos se sucedan.

Con la cantidad de libros en los que he chapoteado y resulta que la mejor historia que iba a leer no estaba escrita con palabras, sino con tus lunares.
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"De ti todo me apetece" se convirtió en nuestro grito de guerra. Esa misma que quiero librar cada noche contigo bajo las sábanas para acabar exhaustos y ondeando bandera blanca.

Me acostumbré a ti en un solo día. Me bastó una hora para que se clavara en mí tu risa y tan solo necesité un segundo para querer anidar en tu pecho.
La soledad me había tratado bien pero contigo hizo las maletas y cogió un billete de ida, pero sin vuelta.

Y a veces me vuelves loca, además de tenerme loca. Y a veces, parece que el tiempo o bien no transcurre o lo hace demasiado deprisa. Pero ahora sé, que quiero naufragar si es contigo en todos mis miedos porque tengo tu boca de salvavidas. Ahora sé, que quiero lanzarme si es contigo hacia cualquier reto porque tengo tu ombligo de paracaídas.
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No sé, no sé dónde, no sé cómo, no sé cuándo decidió la vida regalarme tu compañía, pero quizás lo que tú tampoco sepas sea cuánto estoy de agradecida.

Que me gustan más tus mejillas que mi hora preferida de la tarde, esa en la que el sol y mi ventana forman un ángulo perfecto de luz dentro de mi habitación. Que podría pasarme la noche acariciando tu pelo y esa laboriosa barba. Que me pierde tu manera de sonreír. Me atraviesa y yo solo quiero repetir. Que como sabiamente dice mi Pedro Andreu "la vida es esa cosa que tiembla entre mi cuerpo cuando me doy la vuelta en nuestra cama y te sé ahí".

Porque te prometo una cosa: Quiero saberte ahí todas las mañanas. Quiero saberte abrazado a mí, durmiendo sobre mi pecho o simplemente quiero saberte mientras contemplo cómo sueñas. Quiero sabernos juntos y ojalá tú quieras saberlo todo sobre mí porque me tienes lista, desnuda y abierta en canal para ti.
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Que siento como sienten los niños, toda yo. Y que por encima de todo quiero redescubrir que el amor es algo que sí está hecho para mí. Esa incógnita que estoy dispuesta a despejar.


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